El estallido de hostilidades en Israel no puede producirse en peor momento para Washington, con una grave crisis institucional en el Congreso tras la destitución del presidente de la Cámara, Kevin McCarthy, por sus correligionarios republicanos, y mientras acucia la amenaza de cierre administrativo si la breve prórroga acordada hace una semana se agota sin acuerdo para elevar el techo de gasto (la capacidad de endeudamiento del Gobierno federal). Cualquier ayuda suplementaria de Washington a Israel, como la de Ucrania, puede verse entorpecida en sus trámites por el impasse político ―las zancadillas republicanas a un mayor gasto público por parte de la Administración demócrata― e institucional. El ejemplo de la ayuda a Ucrania, preterida en la prórroga, está en la mente de todos.
Sin embargo, la guerra abierta entre Israel y Hamás ha contribuido a acortar la distancia existente entre la Casa Blanca de Joe Biden y el Gobierno de Benjamín Netanyahu. Pese a las críticas expresas de Washington al primer ministro israelí, por la polémica reforma judicial y la proyectada ampliación de los asentamientos en la Cisjordania ocupada, una erosión a su juicio de los valores democráticos y la legalidad internacional, la Administración de Biden ha salido este sábado en tromba a defender el derecho a la seguridad de Israel. Ello no supone una novedad, solo la confirmación de que ese cerrado apoyo es la política que siguen, sin excepción, las Administraciones demócratas y republicanas. La presencia de importantes comunidades judías en EE UU ―Nueva York es la ciudad con mayor población judía fuera de Israel― y el papel de los poderosos lobbies que las representan ―aunque con intereses diversos y a veces contrapuestos― actúan como una palanca sobre Washington en lo tocante a la salvaguarda de la seguridad y la defensa del Estado hebreo.
Biden y Netanyahu acercaron posturas en Nueva York en septiembre, en una bilateral durante la Asamblea General de la ONU. El hecho de que el encuentro no fuera en la Casa Blanca ya era una señal por parte de Biden: desde que reasumió el poder en diciembre pasado, Netanyahu aún no ha visitado la Casa Blanca, el destino obligado de los líderes israelíes cada vez que se produce un cambio de Administración en EE UU. No obstante, para caldear el esperado encuentro en un hotel de Manhattan, el mandatario demócrata dejó caer que espera poder encontrarse con Netanyahu “en Washington antes de que acabe el año”. El presidente israelí, Isaac Herzog, que ostenta una función más ceremonial, sí ha sido recibido en la Casa Blanca.
El plazo temporal apuntado por Biden tal vez podría dilatarse por la guerra en Israel y por la doble crisis que atraviesa EE UU. La situación en Israel y la interlocución de Washington se han convertido también en munición política para la disputada campaña electoral de 2024, con las primarias en ciernes. Los republicanos han atacado el manejo de la crisis en Oriente Próximo por parte de Biden. “Irán ha ayudado a financiar esta guerra contra Israel, y las políticas de Joe Biden que han sido blandas con Irán han ayudado a llenar sus arcas. Israel está pagando ahora el precio de esas políticas”, dijo este sábado el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que compite con Donald Trump por la nominación presidencial de su partido.
DeSantis se refería al acuerdo de canje de prisioneros que la Administración de Biden alcanzó con Irán el mes pasado. En virtud del pacto, Estados Unidos aliviaba sanciones impuestas a la República Islámica para transferir 6.000 millones de dólares (unos 5.660 millones de euros) en fondos iraníes de Corea del Sur a Qatar, un paso necesario para el intercambio. Un funcionario de la Administración demócrata rechazó la acusación de DeSantis, asegurando que no se ha gastado todavía ni un dólar de los 6.000 millones desbloqueados, y que el dinero se destinará exclusivamente a fines humanitarios.
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Los Acuerdos de Abraham
Como DeSantis, Trump, el candidato republicano favorito en las primarias ―su ventaja sobre aquel era esta semana de 40 puntos―, ha puesto también el ventilador sobre la supuesta responsabilidad de la Administración demócrata en los ataques de Hamás, consagrando un nuevo casus belli ―o bulo― de los republicanos contra Biden. “Lamentablemente, el dinero de los contribuyentes estadounidenses ayudó a financiar estos ataques, que según muchos informes proceden de la Administración de Biden”, dijo Trump sin pruebas. “Trajimos tanta paz a Oriente Próximo a través de los Acuerdos de Abraham, solo para ver cómo Biden la destruía a un ritmo mucho más rápido de lo que nadie creía posible. Ya estamos otra vez”, denunció. Su legado en la región, los denominados Acuerdos de Abraham, que arrinconaron casi definitivamente la solución de los dos Estados propuesta por la mayoría de la comunidad internacional ―también por la Administración demócrata―, propiciaron la normalización de relaciones de varios países árabes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos) con Israel, forjando una alianza regional contra Irán que el proyectado acuerdo entre Israel y Arabia Saudí, patrocinado por Washington, debería en principio consagrar.
Trump no desaprovechó la ocasión de arremeter contra la Administración demócrata, asegurando que los ataques de Hamás a Israel son también el resultado de la “debilidad e ineficacia” que a su juicio transmite EE UU. “El ataque israelí se produjo porque se nos percibe como débiles e ineficaces y con un líder [Biden] realmente débil”, dijo el sábado el expresidente en un acto de campaña en Waterloo (Iowa).
Por parte de los demócratas, la exigua minoría de la que gozan en el Senado (51 escaños frente a los 49 republicanos) ha impedido también ratificar el nombramiento del que fuera secretario del Tesoro, Jack Lew, como nuevo embajador de EE UU en Israel. Tanto los legisladores demócratas como los republicanos han cerrado filas casi sin excepción en torno a Israel. Parte de la nomenklatura de ambos partidos es judía.
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